Aquellos que tienen la desgracia de seguirme en mis redes sociales, habrán visto que este año que se nos va, le pude dedicar bastante tiempo a mi queridísimo Alto Paraná. Una serie de factores cómo tener mi lancha allí, amigos que me empujaron al agua para perderle el miedo aún siendo una zona complicada de navegar por las piedras, el poder trabajar desde una computadora y un celular, días de vacaciones acumulados desde 2019 y un largo etc, facilitaron la movida. Hoy por hoy, esos 1.000kms que me separan del agua, son fáciles de transitar, la ruta es segura y cambiamos con los vándalos que me acompañan la modalidad. Antes salíamos después de laburar, un viernes, explotados de cansancio, a mil, con todo el riesgo que eso conlleva, para llegar de noche, dormir mal por la ansiedad y estar el primer día de pesca como un zombie. La pandemia, la cuarentena y todo lo qué pasó desde marzo de 2020 hasta acá, a muchos nos hizo replantear varias cosas.
Vivimos mal. Los que estamos en las grandes ciudades tenemos otro ritmo. Y si a eso le sumamos trabajos exigentes y demandantes hacemos combos terribles para la salud mental y física.
Esto nos llevó a transitar este camino con más calma y priorizando la seguridad física. Ir a pescar al Alto, es dedicarle tiempo. Desde la ruta hasta el agua. Hay que tomárselo con calma, mente positiva, disfrutando cada segundo. Actualmente tratamos de pescar días de semana para evitar tránsito en la ruta y en el río. Salir cerca de las 05.00hs y estar en el agua alrededor de las 15.00hs o 16.00hs. Nos turnamos para manejar, a veces, porque siempre me encajan el volante a mi. Llegamos descansados, con ansiedad por supuesto, que matamos ese mismo día pescando a la tarde o simplemente tomando unos mates en el río viendo el atardecer. De esta manera esa noche dormís bien, ya con los equipos listos y al otro día estás impecable para pescar full day.
DE AMISTADES
Este viaje fue uno de esos. La previa de los días anteriores armando cosas, organizando equipos, comidas y demás bajo la atenta supervisión de Lucho. Nuestro papá mosqueril. Porque siempre está atento a todo. Yo como estoy listo 24/7 es simplemente meter la ropa a lavar cuando llego y después guardarla en el mismo bolso. Las cañas y reels muchas veces quedan arriba de la lancha así que no tengo que ni pensar en armar nada.
Esta vez, habría revancha para uno de mis amigos. Juan ya había estado en el Alto Paraná Correntino (vale la aclaración porque Alto Paraná es otra cosa, ni siquiera Misiones, porque sigue mucho más arriba), pero no le había pagado. Y es que esta porción del Río es así. Durísima. Por varios motivos. Los que también pescamos salmónidos y gustamos del desafío de pescar ríos como el Limay Superior, sabemos de imposibles. Estamos acostumbrados a hacer “agua”. Bueno, el Alto Paraná Correntino es algo similar. Aguas claras, peces migratorios, estructuras muy particulares y mucha gente pescándolo. A esto sumarle algo crítico: bajante histórica. Y no tiene otro nombre menos tremendista. Porque es la verdad. Jamás se vió el río en este estado de bajante tan prolongada que lleva casi 22 meses y va para el segundo año completo.
Volvamos a lo otro. Reloj que suena temprano y los pibes que empiezan a escribirse en el grupito que armaron para la salida; y acá quiero hacer una aclaración o reflexión importante: ¿que necesidad hay de armar un grupo de WhatsApp para cada salida?. Debo tener más grupos que contactos: Alto Paraná. Alto Paraná otra vez. Alto Paraná y tu hermana. Alto Paraná BIS. Alto. Alto septiembre. Alto octubre. Que explote todo. La pelota no dobla. Etc. Uno por semana. Como vos que estás casado. Con suerte.
En general salimos desde mi casa porque queda de pasada para todos. Acomodamos y salimos. En esta oportunidad con un invitado de lujo al que le haríamos de remis. Fabián tenían que ir a guiar a los Esteros y nosotros aprovechamos para aprender cada kilómetro de charla con él. Fotos de rigor al Puente que lleva a Narnia, “fumarse” los controles policiales con requerimientos insólitos y falta de criterio profesional, las paradas en las estaciones, los mates, el Gauchito a la pasada, todo se disfruta.
Una vez que llegamos, a descargar y acomodar todo para irnos al agua, la ansiedad ya no se aguanta. El “plan” de llegar temprano funciona, de verdad que quita tensión. Se los recomiendo, aunque no tengan embarcación propia y salgan con guía, porque llegas, paseas, armas equipos, miras el río, etc. Es tiempo ganado en salud. Para nosotros sirvió para ver cómo estaba el río, que movimiento veíamos, que lugares estaban mejor y evaluar cómo arrancar al día siguiente previo unos tiritos y algún pique errado.
DE DORADAZOS
Antes de aburrirlos con el relato de la pesca, voy a tomarme el tiempo de contarles una breve enseñanza que recibí de parte de quien para mí no solo es uno de los mejores pescadores altoparanaenses que he visto, sino que además es una de esas personas increíbles que me trajo la pesca con mosca. El Sr. Carlos Iconicoff. SEÑOR. Con todas las letras. Una persona que admiro, respeto y quiero muchísimo por muchas razones, pero principalmente por su condición de ser tan generoso y humilde conmigo. Mi tutor legal del Alto Paraná, ya que sin sus consejos y enseñanzas no me habría animado nunca a navegar solo esas aguas. Carlos, un día me enseñó lo siguiente: yo muy tontamente, charlando con él, dije -“¡pesqué una vaca Carlos, una vaca enorme!”. A lo que me respondió sin titubear: -“¿una qué?. Tardé una milésima de segundo en sentirme el ser más estúpido del universo, pero antes que pueda emitir una palabra y con el tono amable, apacible y firme que tiene un MAESTRO me dijo: –“Mati, las vacas, yo, me las como. El Dorado no es una vaca, es el pez que me mueve internamente, por el que hacemos lo que hacemos, dedicándole tanto tiempo a su cuidado con la APDL y por el que somos capaces de hacer muchas locuras con tal de pescarlo y devolverlo. Vaca no es. El Dorado vuelve al agua, no se come. Será otra cosa, podremos decirle DORADAZO, pero vaca jamás”. Me impactó. Me aleccionó en 10 segundos y me prometí a mi mismo no llamarlos más así, intentar que sea diferente, por compresión y por respeto. Gracias Carlos. Siempre GRACIAS.
El primer día completo de pesca arrancó temprano. Con un poco de viento que iba a ir creciendo y traería una linda tormenta. Sabiendo que se iba a caer el mundo, decidimos pescar cerca para volver al mediodía y descansar durante la lluvia. Buscamos por los lugares que ya conocemos y que mejor nos rinden, para lograr la primera captura buena del día cerca de las 08.00hs. Yo estoy en modo “guía” sacándome las ganas de manejar el eléctrico y disfrutando enormemente de ver pescar a mis amigos. Por eso cuando estoy con ellos le dedico poco tiempo a la caña. Y en ese plan fue que viendo que Juan se complicaba con uno de los equipos que estaba armado y no iba con el balance y el timing de su casteo, le dije “Amigo, tomá esta caña que entramos a zona picante, te va a ir mejor; y hacete los tiros desde esa parte a esa otra y dejá que trabaje la mosca hasta allá y luego bla bla bla”, seguido de mi afectuoso “si levantas la caña, tiro en la rodilla, ¿estamos?”. Sin presión. Siempre colaborando para que ellos pesquen bien. Y así fue. Da placer verlo pescar a Juan. Por varias cosas. Más allá del aprecio personal que nos tenemos, las horas compartidas en Patagonia y algunas más de lancha en el Paraná, Juan es un pescador agradable de ver pescar. Con un casteo muy rítmico y con la mente abierta para recibir consejos y preguntar que puede mejorar todo el tiempo. Ya subirse a la lancha con la mente en blanco en un río tan complejo, es un plus. Juan castea, cae la mosca donde debe, peina un palo, hace lo que le dije que debía hacer, espera y ¡PUM! explota el agua. “¿Y ahora?”, pregunta… “¡CLAVALO JUAN!” nos salió al unísono con Lucho. Arranca el show. La quemada de dedos que le pega es hermosa. Comienza la pelea. Nosotros vamos ayudando con consejos para trabajar el reel, la caña, donde pelearlo y cómo sacarlo de las zonas con palos. Mientras manejo el eléctrico voy buscando en el horizonte donde levantar el pescado y Lucho se prepara con su cámara para las fotos. Una vez que lo tenemos a mano, y es seguro, copo y arriba de la lancha. La felicidad es total. Llevo la embarcación a la costa y rápidamente oxigenamos al pez que se encuentra en excelente estado. Fotitos, dedicatorias y al agua. El Dorado se va tranquilamente y súper recuperado.
A mi me encanta pescar. Amo pescar. Y cuando veo que mis amigos meten un pescado bueno, la alegría es completa. Porque he tenido la suerte de tenerlos en mi caña y sé lo que se siente. Pero además todos llevamos la procesión por dentro. Nadie más que nosotros sabemos cuánto nos cuesta ese pez, ese trofeo. En tiempo, en esfuerzo, en dinero. El sacrificio individual y el colectivo de nuestras familias para que estemos en ese lugar. Por eso cuando veo que ellos los tienen en sus cañas me pone muy feliz su felicidad y que se acuerden de todo lo qué pasó para que ellos estén ahí. Abrazo, acomodar las cosas, brindis y a seguir. Esa primera mañana fue tranquila. Algún pique más de un Dorado chico y luego el regreso corridos por el viento y la tormenta que se venía. La siesta. ¿Cómo explicar la siesta en el Litoral una tarde de lluvia? Imposible. El cielo se caía. Rayos. Truenos. No faltaba nada. Lejos de acobardarnos, descansamos tranquilos y seguimos con el objetivo puesto en la pesca de la hora mágica. Porque aprendimos que la lluvia resetea, reinicia el ciclo en el río y trae nuevas oportunidades. Baja la temperatura, oxigena el agua y genera situaciones infartantes. Hay que saber observar y esperar nomás. Lancha al agua, matecito y plan de ir por lo que nos faltaba. No faltaría mucho para la segunda sorpresa del día, ya que, en una pasada por un veril, con banco, con algunos palitos también, llegaría otro lindo recuerdo.
Dorados hay que pescar con fe. Con mucha fe. Porque como dice mi gurú personal Fabián Anastasio, “hay dos clases o tipos de Dorado; uno, más hijo de puta que el otro”. Así de simple. Sin explicación. Es un pez tan impredecible que asusta. Y por esto es que en cada tiro hay que estar preparado.
Situación: palito, diminuto, que apenas asomaba justo en la transición entre la parte plana del banco y el veril. Se movía apenas. Como diciendo “Hoooolaaaa, ¡acá estoy!”. La deriva de la lancha era extraña porque nos agarraba un “Eddy” que aceleraba la proa y había que meterle motor eléctrico con mucha precisión. Lucho lo tenía más a mano, pero no le tira, no lo alcanza a ver. Con Juan nos miramos. Nos hicimos hombritos como diciendo “¿no le va a tirar?”; y a mí me sale una seña como de quien tiene el ancho de espadas en el truco y Juan que no duda en meter el tiro pegado a ese palito. Es difícil explicar para aquellos que todavía no han podido pescar Dorados en un palo, lo qué pasa cuando se alinean los planetas y la mosca cae justo arriba de un pez de los buenos. Explota el agua. Literal. Es una bomba. Salpica para todos lados. Gira a una velocidad increíble y rápidamente dispara hacia lo profundo. Hay que clavarlo. No es fácil. Juan hace todo bien, de vuelta, lo pelea cerca, utiliza el reel y lo va llevando. Yo decido que lo mejor es que lo pelee en la costa del banco y lo vare allí. Me arrimo para que él pueda saltar a la arena y arranca el show de mover un Dorado de dos cifras en 20cms de agua. Se ponen malos, muy malos. Al cabo de unos minutos lo teníamos varado y dentro del copo. Y si me permiten quiero hacer algunas aclaraciones importantes a modo de consejos, basados en mi experiencia, que no es más que eso, una visión personal:
- Pescar con los elementos adecuados. Caña, línea, leader, cable y anzuelo que se correspondan con los tamaños esperados para el lugar de pesca.
- Copo. Sumado a lo anterior, ayuda a mantener el pez en el agua, asegurarlo y no estirar peleas innecesarias. Además, la recuperación es inmediata.
- Tener todo listo. Pinza. Cámara. Copo. Todo lo que necesites para el momento de levantarlo, sacarle la mosca, hacerle fotos y liberarlo. Que sea rápido.
- Trabajar correctamente la caña y el reel. Ángulo adecuado del butt y no recuperar con la mano. Una vez que pinchamos un Dorado bueno, darle la línea que tengamos libre, si fuera necesario, y recoger siempre con el reel, el cual deberá tener el freno ajustado de manera correcta. No tocar más linea. Para nada. Eso nos hará perder pescados. Se los aseguro. Veo todo el tiempo cómo utilizan mal sus equipos. La línea suelta es sinónimo de enganches con de todo, dedos quemados en una corrida y cortes. El ángulo incorrecto de la caña es igual a rotura.
- Una vez terminada la sesión de fotos, ponerse con el pez contra la corriente. Sin “pajearlo”. ¿De dónde sacaron que hay que hacerlo para adelante y para atrás? Eso no solo lo ahoga porque no trabajan sus órganos respiratorios, sino que además se ensucian las agallas con barro, arena y sedimentos produciendo daños graves. Hay que dejarlo que solo se recupere. Sostenerlo. Nada más. El pez solo va a empezar a respirar y se va a ir tranquilo en excelente estado.
Juan contento, Lucho contento, todos contentos. Segundo DORADAZO del día.
La tarde se iba y daba paso a la hora mágica. Esa transición que existe entre la caída del sol y la llegada de la noche que dura un ratito. Es un instante. Colores mágicos, aguas que se aquietan, peces que comienzan a moverse con mayor intensidad y con ellos la oportunidad de pescarlos. Para ese momento hay que estar listo. Elegir no solo el lugar a donde “morir” sino que equipo y mosca vamos a utilizar. Porque es tan breve que si fallamos en algo perdemos la oportunidad, quizás, del viaje. Nosotros ya sabemos que lugares nos rinden mejor, pero además podemos elegir que es lo que tenemos ganas de pescar. Palos, puntas de isla, veriles, piedras, etc. Ese día era esperar en modo piedra. Una vez en el lugar y con las “escopetas” listas como diría el Coronel Lucas “Salchi” Bersano de la APPM, comenzaron los chicos a meter sus tiros en los lugares más picantes. No tardamos demasiado en tener actividad. Dorados correteando moscas, como si les molestaran, sin morderlas, topándolas, sacándolas de su casa. Los nervios en la lancha eran épicos. De pronto Lucho tiene algo, clava y ¡PUM! explota todo. La línea se corta a la altura del tip, limpita. Bronca. Estupor. Silencio. Rápidamente le digo –“armamos la otra amigo, no pasa nada”. En menos de 2 minutos estaba en el agua pescando de vuelta. Juan también tenía ataques, pero no concretaban nunca la mordida, estaban en lo que solemos denominar “modo paja”. Unos minutos más y ¡PUM! pique de vuelta en la caña de Lucho. Ahora sí, pensamos. Luego el silencio. El roce contra la piedra se llevaba otro Doradazo y nos dejaba a todos atónitos. Lucho masticaba bronca. Antes de irnos, hago unos tiros con mi caña, como para sacarme esa sensación de amargura. Un tiro perfecto, lejos, prolijo, con la corrección adecuada. Era pique, se sentía y así fue. Al llegar al final de la deriva la toma un Dorado y le meto una clavada monumental, a que se rompa todo. Explota el agua. Salta a lo lejos. El backing que comienza a salir pregonaba una pelea por lo menos acalorada. No me queda otra que soltarme del modo ancla con el eléctrico y bajar para poder recuperar y que no corte contra las piedras. Un ratito después, adentro del copo, fotos y al agua. El primer día completo se iba. Con sensaciones de bronca y felicidad. Así es este pez. Así es esta parte del río.
DE ALTOS
El Alto Paraná Correntino, caprichosamente podemos definirlo como esa porción del río que va desde la Confluencia con el Paraguay en Paso de la Patria, hasta Ituzaingó, aguas abajo de la represa de Yacyretá. Es un sector que cambia rápidamente entre las diferentes zonas, dando lugar a situaciones muy variadas de pesca. En un mismo día podés pescar piedras, veriles, costas con puntas de piedra, barrancas, salidas de riachos, palos, bancos de arena, etc. Si bien hay zonas que tienen más de una estructura que de la otra, es sorprendente como podemos pasar de estar tirando líneas de hundimiento y streamers voluminosos a pescar con moscas secas unos omnívoros en caña 5. Por eso es un “los Altos”. Son muchos en un pequeño sector, que vamos utilizando según nuestra necesidad.
Pero, así como es de versátil, también es de una fragilidad extrema. La bajante histórica que vive desde hace casi 2 años, tiene a sus peces al borde de una catástrofe sin igual, que lejos de ponernos a todos los pescadores en la misma orilla, ha generado más divisiones. A esto sumarle la pandemia y la crisis económica y social de nuestro país. Es importantísimo que entendamos que NO SE PUEDE SEGUIR MATANDO. Basta, se terminó. Desterremos las ollas negras y los fritos en la isla. Es una tontería.
Es fácil, háganse la siguiente pregunta: ¿Uds irían a pescar a un lugar que ya no tiene peces, donde los que quedan son cada vez más chicos y que encima por la presión de pesca son más difíciles de mover? Todos sabemos la respuesta. Los pescadores podemos dejar de sacrificar al pez. Lo que no podemos hacer es dejar de ir a pescar. Pero tampoco somos tontos. Queremos ir a pescar a donde están los mejores y más grandes. Es la pasión.
A mí en lo personal me indigna cada vez más la falta de compromiso de GUIAS, CABAÑEROS y OPERADORES de Turismo de Corrientes que miran para otro lado y siguen dejando que MATEN SU TRABAJO y el futuro de sus familias. Cuando se aviven será tarde. Frente a esto, invito a todos los que sientan esta pasión de molestar peces con cañitas, que sigan, que acompañen y se sumen a la Asociación de Pescadores Deportivos del Litoral. Porque hoy la APDL es uno de los pocos espacios que con aciertos y errores, canaliza de manera continua los esfuerzos de los pescadores para lograr un manejo ecosistémico serio a largo plazo.
Volviendo a la pesca y a los Altos. El resto de los días fueron típicos ALTOPARANAENSES. Es decir, paja pura. Difíciles de mover. Piques muy sutiles. Vida por todos lados. Algunos doradillos arrimados. Pero a sabiendas que esto no perdona jamás. Los buenos se fueron todos. Al finalizar nuestros días de pesca. Últimos tiros de la tarde. A Lucho le faltaba su premio. Ya estábamos en el adicional y con el juez mirando el reloj. Tira, entra, pasa, deriva, ¡PUM! explota el agua. Un lindo Dorado toma la mosca y nosotros en modo felicidad. Pero este no era su viaje. El reel que se traba, la manija que le revienta los dedos y el Dorado que se escapa debajo de un palo enganchando todo. Corte. Puteadas y regreso.
La pesca es pesca. Con amigos, la gloria misma. Tengo la suerte de tener decenas de estas historias en estos meses. Principalmente por que pertenezco al templo de la sanación mosquera: la APPM. Este espacio con historia, con presente y con futuro, que nuclea a infinidad de personas, no solo de la Ciudad de La Plata, sino de toda la región, con la misma pasión y la visión de que NINGUNO ES TAN BUENO COMO TODOS JUNTOS. Acá no hay estrellas, ni egoísmos. Lo hacemos todos juntos y para todos sin especular con nada, sin buscar individualismo. Porque nadie se salva solo.
Vayan a pescar, experimenten y disfruten, pero principalmente cuiden nuestro medio ambiente.
M.M.d.l.C
Grandes historias y anécdotas! Me sentí en el Alto Correntino con cada párrafo!
Gracias por compartir todo eso, y preparate para una salida de desburradas!
Saludos cordiales desde el Alto Paraná Misionero que también te espera!
Gracias Oscar. Cuando se pueda iremos y nos arrastraremos en el verdadero ALTO! Jaja. Saludos
Q buena pluma mati, casi no habia leido tus historias, un deleite….gracias!!
Gracias José Luis por pasarte!