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RÍO DORADO

En mayo de 2023, junto a un grupo de amigos, tuve la oportunidad de visitar por primera vez el Río Dorado en la Provincia de Salta. Voy a tratar de describir esos días sin caer en el facilismo de decir que es un lugar mágico e increíble por varios motivos, aunque me va a costar, porque es tan bello como simple.

Primero debo arrancar por como se armó esta salida, porque en verdad todo fue una gran aventura entre amigos. Antes de la pandemia, habíamos señado con Fabián Anastasio, una pesca en el Río Dorado. La maldita cuarentena y todo lo que sucedió en esos meses, nos impidió viajar y disfrutar de lo que tanto amamos. Después entre el trabajo de Fabián como Fishing Manager/Guía/Comerciante y mis obligaciones laborales del día a día, fueron postergando el viaje. Incluso cambió el operador del lugar. Finalmente, en enero de 2023, un mensaje activó TODO. Yo, que me prendo hasta de un fierro caliente si me invita Fabián, tarde 3 segundos en responderle que si. Al viaje se nos había sumado otro gran amigo y también guía, Enzo Rico, y aunque todavía nos faltaba un cómplice, más o menos sabíamos con Fabi quien iba a terminar cerrando el equipo. Las semanas pasaron, y la ansiedad ya se apoderaba del “team”. Con Ariel “el Colo” Goldman como titular, empezamos a diagramar lo que sería la logística del viaje y todo lo que necesitaríamos para la pesca.

Uno a la hora de ir a un lugar que no conoce, hace lo típico: le pregunta a los amigos que fueron que onda. El asunto, en mi caso, era que tenía 10 amigos y 10 campanas MUY diferentes entre sí. Eso me descolocaba por completo y me ponía frente a una situación no esperada: la incertidumbre de lo desconocido. Creo que esto era lo que más me motivaba y llamaba la atención. Unos me decían que caña 6, otros que máximo 7 y NINGUNO me dijo “andá con la 8 de siempre”. Entonces, uno presuponía, una pesca delicada, peces en tamaño “doradillos” y moscas sutiles.

Me puse atar para la ocasión, investigué y charle con otros pescadores. Entonces mis cajas o más bien mis bolsas, comenzaron a poblarse de streamers delicados en anzuelos 1, 1/0 y 2/0 como máximo. Moscas de superficie como Gurglers y algunas tipo atractoras de foam y patas de goma, también se sumaron a las bolsitas.

Con Fabián hacemos buen equipo, o por lo menos es lo que yo creo, puesto que tenemos una manera de ver algunas cosas de la pesca, muy parecido. Cuando investigamos el tema “cable” y “leader”, ambos coincidíamos en algo: “esto es como en el Alto Paraná, no regalamos NADA. Porque algunos nos decían “cable de 20 libras estás sobrado”. La realidad fue tan distinta que quisiera resaltarlo de entrada. Entonces nosotros fuimos con 30lbs y 40lbs 7×7 de AFW y nylon de primera calidad en 0.50/0.60/0.70.

Otra de las cosas a resolver antes de viajar era el vadeo. ¿Ya conté que tenía 10 opiniones diferentes? Bueno, en esto sobre todo. Algunos me decían que botas de vadeo si o si, otros que zapatillas comunes, otros que les sobraban las Crocs y otros que si no tenías las Nike de Jordan no podías ni entrar. O sea, muy dispar todo. Yo junté un pedacito de todas las opiniones y utilizando el sentido común, lo resolví con botas de vadeo CON FIELTRO y como backup unos borceguís de trabajo de marca nacional, resistentes a la radiación de meteoritos y al estornudo de un dragón que con mucho criterio me recomendó mi querido amigo Tomás Bernasconi.

Ahora sí, equipos listos, moscas, vadeo, solo nos faltaba resolver la logística de ir y venir. Para aprovechar el fin de la temporada altoparanaense y las vacaciones de mis amiguitos guías, la cosa se dio de ir en mi auto hasta Monte Caseros, Corrientes, con Fabián y de ahí arrancar con Enzo en su querida Toyota Four Runner. Además, íbamos a pescar unos días en el Juramento y a realizar cerca de Monte Caseros un “scouting de la muerte”. Partimos con Fabián, una típica y húmeda mañana platense, para llegar a una maravillosa tarde correntina frente a la costa del Río Uruguay. La cena, los nervios que se acrecentaban y un equipo que era más ansiedad que pesca. Realizado el scouting por la zona, salimos a los días para Salta a bordo de la alfombra voladora japonesa de Enzo. Entre mates, charlas, anécdotas e historias, llegamos una tardecita a Estancia San Fernando, Salta, ya con el Colo que se nos había sumado en el camino.

Al bajarnos en el lugar, creo que todos nos sentimos un tanto abrumados por la inmensidad, la vegetación y la altura del cordón de sierras que, además de ser el limite entre Jujuy y Salta, era el inicio de un sueño, un sueño Dorado. Poco diré del alojamiento, es simplemente un lugar correcto, con algo a destacar que no abunda: LA CALIDAD HUMANA de todo su equipo, no solo guías sino todos los que están al servicio de uno, incluso en lugares con logísticas tan complejas.

La noche sirvió para aclarar algunas ideas, la cena, las bebidas espirituosas, charlar con José Caparros que hacía unos días que estaba guiando, aprender del Pelao Maidana y del “Larva” Agustín García Bastons. Todo en un marco de silencio absoluto y tranquilidad, porque algo a tener en cuenta es que estamos tan metidos en la yunga, que no existe señal de teléfono que nos moleste, salvo en 10 metros cuadrados cerca de una antena en el exterior.



LOS EQUIPOS (DÍA UNO)

Esa noche, en la habitación, nos pusimos a acomodar los equipos y a imaginar algo de lo que podíamos encontrarnos a la mañana siguiente. Creo que NINGUNO de nosotros en ese momento sospechaba lo que estábamos por vivir. Así fue que algunos arrancamos con cañas 6 de acción rápida y hasta una 5 de backup, líneas de flote, leaders y cables más unas bolsas con mosquitas más bien chicuelas.

Yo armé una Loop 7x número 7 de 9.6 pies con una línea RIO Flat Pro 8 con un leader de un tramo en 0.50 y un cable de 30lbs. Arranqué con un nudito pero luego me pasé al fastach snap en nro 2 o 3, no recuerdo bien la verdad. Un streamer negro sería la mosca inicial, sugerida por el Pelao.

El equipo de vadeo lo armé con botas Korkers con fieltro en las suelas, medias altas de neopreno, medias de sky para los pies, previa vaselina solida para evitar roces, ampollas e infecciones, una calza elastizada negra (me imaginan, ¿no? lo más parecido a una foca que se ha visto en la yunga), boxer de secado rápido, pantalón de secado rápido, desmontado, sin “las piernas”, cinturón acorde, remera de secado rápido o primera piel, camisa y para los viajes de ida y vuelta una campera de vadeo que quedaba en el cuatriciclo, cuello Buff UV 50, guantes, gorra y lentes de sol. ¡DI VI NO!. Es importante la calza, las medias, el pantalón, el calzado, la remera uv o camisa, TODO. La yunga es agreste, húmeda, llena de bichos. Hay que cuidarse mucho de picaduras y el sol. No subestimen nada. Otra cosa importante es impregnar previamente todo lo que vayamos a utilizar con una solución de permetrina o similar. Esto ayudará a mantener a raya a los bichos.



Otra cosa a considerar es el tipo de mochila, riñonera o bandolera que vayamos a utilizar todo el día. Hay que usar algo de tamaño JUSTO. Si nos quedamos cortos no podemos cargar agua extra, si usamos algo grande cargaremos peso de gusto. Yo me decidí por una bandolera Fishpond en la cual entran un reel de backup o spool, la cámara de fotos, pequeño botiquín de emergencia personal, la viandita, una botella de medio litro de agua, leaders, cables, moscas y algún accesorio más. Tengo la costumbre de utilizar los bolsillos de pantalones y camisas para llevar algunas cosas. Esto es algo que no veo muy seguido. ¿Por qué se compran ropa con mil bolsillos si no los van a usar?. Creo que es lo más practico y útil de la ropa “técnica”. La pinza al cinturón y aconsejo siempre algún filo, chico, una navajita nomás. NUNCA está de más.

Esa mañana, el desayuno, los nervios y la salida hacia el río, se disfrutó muchísimo. Teníamos una ansiedad impresionante que se aplacó con el vado del río Seco y el ingreso a una yunga inmensa, repleta de subidas, bajadas y pequeños arroyos con rastros de Tapir. Una vez que llegamos al punto de inicio, nos explicaron lo que haríamos, lo que teníamos que dejar o llevar y las precauciones al respecto. A Enzo y a mí nos tocó salir con el Pelao, hasta ahí, un tipo serio, callado, muy, pero nos miramos con mi coequiper y coincidimos en que no íbamos a tardar en doblegarlo. El iba a ser nuestro, pero aún no lo sabía.

Bajamos la barranca y arrancamos la caminata, río arriba, con la indicación de tener MUCHISIMO cuidado con patear piedras, pues el río está tapizado de piedritas y cualquier ruido cerca del agua, espanta a los peces. Yo estaba en modo “Narnia”, no paraba de mirar el entorno, sin poder creer que allí había Dorados. Enseguida llegamos a una corredera con grandes piedras, vimos los primeros sábalos y detrás de ellos algunos doradillos. Estábamos atónitos con Enzo, nos costaba entender como en aguas tan rápidas, bajas y cristalinas, nadaban hermanados Sábalos y Dorados. Encima como fondo o marco una mezcla de yunga verde, arboles altísimos, fondos de piedras y arenas, con el rojizo de la tierra adentro.

Los primeros tiros fueron en esa zona, casteando río arriba, muy pegado a las sombras de las orillas y todo a pez visto; vistos por el Pelao, nosotros no distinguíamos todavía los arboles del agua, ¿Qué miércoles íbamos a ver Dorados?. Pobre Pela, ya lo empezábamos a atormentar con chistes, frases, cuentos y nuestras pateadas de piedritas que lo enloquecerían todo el día. Fueron sucediendo distintas situaciones, pozones, correderas y lugares realmente increíbles con muchos peces, algunos ya nos sorprendían por su tamaño y su comportamiento; pero ninguno nos daba bola.

Antes de almorzar, en un pozón, Enzo, descolocado por el tamaño de los peces y la poca recepción que tenían nuestras moscas, hizo la gran “me importa un carajo lo que diga el guía” y ató una rata en 4/0 al cable. El Pela le indicó donde tirarla y a mí me llevó aguas arriba, pegado a la yunga, para ver desde más arriba lo que pasaba con mi amigo. Enzo castea, el Micky Mousse que vuela y toca el agua. Controla línea, se empieza a mover y de pronto se ve una sombra amarilla que sale del agua super oxigenada y blanca a tomarlo como si fuera una trucha comiendo una mayfly en 18. Nuestros corazones se detienen. El Dorado le erra y antes de que larguemos insultos al aire, otro sube de la nada y le entra como Pacheco a las tortas. Enzo clava y el Dorado sale disparado río abajo, se tensa la línea, salta y se suelta. Ahora sí, nosotros insultábamos y el Pelao masticaba coca y emprendía la caminata, sabiendo que eso es lo que sucede todo el tiempo en este Río. Nosotros, más atrás, nos mirábamos y sentenciábamos, “esto es ratas, gigantes o nada”. Ese sería nuestro plan.



Paramos a almorzar, charlamos, bebimos un poco de agua y seguimos la marcha por un caminito yunga adentro super silencioso y cerrado que nos sacó río arriba muy cerquita de una vertiente natural. Ya con el chip de “ratas al final del leader”, probamos en varios lugares hasta que llegamos a un pozo profundo que nacía de dos chorros de agua muy buenos. En uno de esos chorros, que tenía un sector de agua calma, había dos bestias increíbles. Con Enzo estábamos enceguecidos, mientras el Pelao nos marcaba otro que no lo veíamos ni con las gafas ultra cósmicas, solo él podía saber que había uno ahí. Mientras Enzo intenta arrancar el casteo en dirección hacía los que veíamos, el Pelao estaba a punto de darnos con el machete en la cabeza porque no podía hacernos entender que esos, no estaban “pescables”. Fue bastante graciosa la situación, pues Enzo frenó en el backcast y le tiró un “Pela sacate esa cosa de la boca, esa coca que no te entiendo nada” (versión light apta blog), yo descompuesto de la risa en el piso y el Pelao que ni se inmutó por las barbaridades que le decía Enzo, nos indicó que era lo que teníamos que ver para descubrirlo. Por supuesto nosotros no parábamos de decirle que dejara de masticar alucinógenos y barbaridades irreproducibles, creo que ahí empezó a entender que o se entregaba por completo a este equipito de sátrapas o perecía en el intento. Ya con el Dorado ubicado, ¿saben que se le veía?, entraba apenas un rayito de sol por entre los arboles, del tamaño de un plato de postre, bajaba hasta el agua, y apenas si se veía la aleta trasera del Dorado cuando realizaba pequeños movimientos por encima de una piedra. Imposible si no estás todo el día en el agua como los guías.

Ahora, sí, Dorado en la mira, charla sobre porque los otros no estaban en situación de “comida” por más que los veamos, Enzo arma su cast, la mosca cae literal arriba del Dorado pero a unos 40cms a la derecha, le pasa la mosca y… NADA. El Pelao le indica que tire de nuevo apenas más arriba porque estaba super cebado, corrige, cae la mosca y ¡PUM! la toma a esa rata con unas ganas impresionantes y explota el agua. Enzo clava, vuelve a clavar, vuelve a clavar por tercera vez y el pez que salta varias veces y a nosotros que se nos llena el upite de dudas en cada uno de esos saltos. Pelea picante y a landearlo con mucho cuidado. Un lindo Dorado en manos de Enzo que sonreía como un chico. Festejos, fotos, fotos con el guía, devolución, caricias en su pelada, saltos y brincos a su alrededor, hasta que agarró el machete de vuelta y dejamos de “cargosearlo” para evitar una tragedia.



El día ya estaba pago, pero íbamos por mí Dorado. Seguimos intentando en varios lugares, vimos montones de Dorados buenos, Sábalos enormes y unas Bogas demenciales, de otro río, increíble, no pensé jamás que podía ver semejantes Bogas en esas aguas. Lamentablemente no pude clavar ninguno de los que moví, que fueron varios, pero emprendimos la caminata de regreso con una felicidad y sorpresa enorme. De nuevo en los senderos del monte, las charlas, las bromas al Pelao, la descostillada de risa que me hacía pegar Enzo con sus ocurrencias y las enseñanzas que nos dejaba una experiencia pocas veces imaginada. Por supuesto pensábamos en el otro “team”, ¿cómo les habría ido a los muchachos aguas abajo?, esperábamos que igual que a nosotros o mejor.

Cuando por fin llegamos a los cuatri y nos vimos todos, no teníamos palabras para hablar, pero era del aire que nos faltaba por culpa de la subida de la muerte que hay entre el río y los vehículos, era como trepar una pared, pero después de caminar 8kms en la yunga. Agua, gaseosa y birra de por medio mientras desarmamos los equipos y la pregunta incomoda de “¿y, cómo les fue?”. La cara de Fabiano me lo decía todo, pero además, largó un: “NECESITO VOLVER PRONTO MATI”. Es dificil de transmitirles lo que se siente escuchar esas palabras de un tipo que pescó por todo el mundo, que hizo scouting mágicos, en Madagascar, el Tarija, que guío Irigoyen, Río Grande, Esteros del Iberá, Paraná Medio y Alto Paraná, pero, que, como si esto no alcanzara, fue uno de los primeros cristianos en tirar una mosca en muchos lugares de Tsimane, además de guiarlo en sus comienzos. O sea, ¿entienden?. Es como si el Dios de tu creencia viniera mañana y te dijera que sos el tipo más afortunado del planeta porque estás en el paraíso, en vida. Algo sobrenatural. Aunque a decir verdad, el afortunado soy yo, acá, terrenal, porque en la creencia que tenemos quienes pescamos Dorados, tenerlo a Fabián entre tus amigos, es algo MÍSTICO.



Ellos no tocaron un solo Dorado. Alguno que subió a las moscas pero sin clavarse. Tampoco habían vista la cantidad que vimos nosotros ni las situaciones. Aguas abajo era otro río. un poquito más tomada el agua. De igual complejidad y seguramente eso fue lo que despertó esa agudeza que tiene Fabián para analizar los lugares y situaciones y lo que lo llevó a decirme que teníamos que volver, habiendo apenas llegado y con dos días por delante. Por supuesto el viaje de regreso, de noche, con el frío de la yunga que nos congelaba en los cuatri, no podía enfriar nuestras cabezas y todo lo que teníamos para contar al sentarnos a cenar.



LA INDIADA (DÍA DOS)

El segundo día, lo encaramos con otro chip. La noche anterior, luego de las charlas con los guías, la nuestra entre amigos y el armado de “un nuevo plan”, la cosa iba a tomar otro camino. De entrada las cañas 5 y 6 volvieron a los tubos y entraron de titular las 7 y 8. Los streamers seleccionados ya no eran tan sutiles y las ratas en 4/0 habían salido de las cajas Altoparanaenses que teníamos para el Juramento. Pues no íbamos a regalar más nada. Lamentablemente al Pelao le volvía a tocar salir con nosotros, mientras que Fabián y el Colo lo harían con el Larva.

Nos tocaba ir río abajo, por eso el guía, previa consulta sobre como nos sentíamos caminando y que repercusiones tenían nuestros cuerpos de la caminata anterior, prefirió que encaremos el arroyo de la India y arrancar desde bien abajo. Sinceramente no esperaba encontrarme con tanta belleza. una yunga un poco más ruidosa que la del día anterior, con más aves y “bichos” por todos lados. Un paisaje hermoso, de arboles caídos sobre el cause, un arroyo con fondos de piedras talladas por la fuerza del agua, arenales y una vegetación tupida en ambas orillas. Por supuesto las huellas de Tapir que nos indicaban que no estábamos solos.

Luego de una hora de caminata, llegamos al río, en una zona de pozones enormes y un poco más abierto el cauce a lo que vimos río arriba. La estrategia era la misma, castear a pez visto, únicamente río arriba, sobre lugares muy puntuales y no darle bola a los Dorados que patrullan en situación de nerviosismo, solo nos interesaban los que estuvieran en “situación de comida”, algo muy dificil de entender para quienes pescamos doradillos en otros ámbitos y creemos que atacan todo lo que cae al agua. Arrancamos, hicimos intentos en pozones, sobre sus colas, cabezas, aguas lentas, más rápidas, contra barranquitas, etc. Cuando hice mis primeros tiros, el Pelao me dejó en un pozón mientras caminaba río arriba con Enzo. De puro capricho saqué la rata y puse un streamer. Veía más de 5 o 6 Dorados de buen tamaño moverse por un pozón en modo patrulla, que no le estaban dando bola a mi “bicho” en superficie. Que pez enfermizo, como te templa los nervios. Mi streamer les tocaba literalmente el hocico y los tipos nada, pero nada de nada, ni se inmutaban. Yo no podía creerlo. Jamás me había pasado de tocar, físicamente, con la mosca un Dorado y que ni siquiera se asustara. Me ignoró más que ustedes cuando les digo que no utilicen cables pedorros para pescar el Alto Paraná.



Y así pasó el día, el Pelao intentando que yo clavara alguno de los que me subían a la mosca y por otro lado tratando de no matar de un machetazo a Enzo que le hacía chistes, le tiraba piedritas cuando caminaba, lo enloquecía. ¡Que lindo que es pescar con amigos y divertirse en el intento!. Para destacar de nuestro segundo día fue la cantidad de Sábalos y Bogas gigantes que vimos. Que locura, en esas aguas tan “patagónicas” ver esos monstruos es fascinante. Y encima con Dorados cazándolos como si comieran caramelos. Unos lugares soñados, pozones transparentes, super profundos, con socavones debajo de las curvas contra la piedra que hace el río, donde la vida se desarrolla en una tensa armonía.

Mientras caminábamos de regreso, pudimos observar un hermoso Tapir que realmente me dejó impresionado. No pensé jamás que fueran tan grandes y tan bellos. Un animal ancestral, que mete miedo por su forma y tamaño. Verlo en su hábitat natural fue fuertísimo. Solo me entenderán quienes sienten lo mismo que siento yo al andar por la naturaleza. Ya no son solo peces, observo el entorno, escucho; a mi me conmueve el mundo y su vida en todas sus formas.

Otra vez la misma pregunta y una nueva: ¿Cómo les habrá ido a los pibardos?, ¿tenemos que subir de vuelta esa barranca de la muerte?. Luego de recobrar el aire con una birra de por medio, nos enteramos que la historia para ellos había sido muy buena. Con situaciones de película y un pez demencial para Fabián. El Colo seguía sin pinchar uno, al igual que yo, pero ambos con la fe intacta y la cabeza explotada de todas las situaciones que vivimos.

Nuevamente el regreso por la yunga a oscuras, la charla en el Lodge, las bebidas espirituosas y nuestros cerebros que iban procesando las cosas a medida que las contábamos y las juzgábamos bajo la vara de los guías que nos agregaban información y experiencia. Lo recuerdo y se me pone la piel de gallina mientras lo escribo.


LA REVANCHA (DÍA TRES)

La cosa transitaba ya la locura. Nos mirábamos y preguntábamos si caña 8 o caña 9. No podíamos creer el tamaño de los peces vistos y las situaciones que se nos presentaron. Ganó la sensatez, pues cañas 7 y 8 siguieron como titulares, con líneas de torpedos más cortos para dar vuelta rápido las ratas, pues los tiros son relativamente cercanos. Siempre con leaders de 0.50/0.60 y cables de 40 lbs ya. Ratas y bichos a mano, streamers ni por casualidad.

Otra vez el Pelao a sufrirnos a Enzo y a mí, ¿si ya lo teníamos domado para que íbamos a cambiar de potro? Agustín iría con Fabi y el Colo al sector de río que nosotros pisamos el primer día, mientras que nuestra aventura consistía en caminar alrededor de dos horas en la yunga para recién empezar a pescarlo sobre la parte superior más lejana. Una caminata larga. Con repostaje de agua en el medio, pues no se puede cargar NADA de más cuando caminas más de 55kms en 3 días por la yunga. Todo pesa y estorba. Sobre todo si vas con Enzo y conmigo, porque a esa altura éramos un lastre para el pobre Pelao que ya se había resignado y tiraba chistes, dejando atrás su seriedad y parsimonia de lado.

El clima se iba poniendo fresco a medida que subíamos, claramente a más altura el ambiente cambia, el río se angosta y la yunga cae más encima del cauce. Nuevamente estábamos en presencia de lugares increíbles, con peces de tamaños irreales. ¿De verdad vas a ver un Dorado de 14/16kgs nadando en un pozón de 40 metros cuadrados, a esa altura, tan al norte y oeste de nuestro país? Si, pero no uno, 4 o 5 y hasta a veces vimos 7 u 8 de tamaños descomunales, paseando como si nada. ¿Y las Bogas? Mamita querida, que pedazos de bogones, la envidia de “los malecones” de Berisso.

Al llegar a nuestro punto, comenzaron los cast bien pegados a las barrancas, en las sombritas, cerca de tronquitos y socavones de piedra. Al rato ya nos iban ganando como 3 a 0, porque subían pero no podíamos clavarlos. Y así pasamos gran parte del día, con situaciones muy lindas y charlas muy jugosas. Yo venía con una migraña perforante de cerebro, pues los que me conocen están acostumbrados a verme retorcido del dolor, en completo silencio y buscando la oscuridad. Algo con lo que convivo, ya que no hay solución mágica para esta enfermedad hereditaria. Pese a esto, trataba de seguir las indicaciones del Pelao, hasta que de pronto, casi promediando el partido, antes de que empiecen a hacer los cambios, llego a un pozón y me dice, “dale Mati, tirá con fe que ahí está el tuyo”. Armo mi cast, tiro a la caída de un chorrito de agua sobre un pozón y un Dorado que no dude en cazar con todo mi mosca. Clavo con alma y vida y comienza la pelea. No era una bestia, pero en aguas tan oxigenadas y frescas, parecen tener más fuerza de lo normal. Arrimo rápido, foto y al agua. El Río Dorado me había premiado por la insistencia con un doradillo precioso. Yo ya estaba hecho. Sinceramente.



Continuamos nuestra tarde subiendo cada vez más, buscando en pequeños rincones y hasta en aguas super rápidas, donde yo pude sacar dos doradillos más, cosa que me sorprendió bastante por el tipo de aguas y las situaciones, casi como pescando salmónidos en Patagonia. Al caer el sol, tuvimos que emprender el camino de regreso ya que estábamos lejísimos de los cuatri y nos quedaba por lo menos una caminata de 2 horas.

¿La barranca? Si la subimos de vuelta, casi de rodillas ya, era una tortura gratificante, pues arriba estaba la birra helada en los cuatris. Enseguida aparecieron los muchachos, sus caras de sorpresa lo decían todo. El Colo había conectado uno pero se había ido, además vieron muchos peces y entendieron nuestra locura el primer día: era un verdadero paraíso. El regreso lo hicimos en total silencio. Ya muertos por estar caminando en tres días unos 55 kms y además el esfuerzo de castear. El cuerpo nos pedía un poco de descanso.



CONCLUSIÓN, IDEAS, REFLEXIONES

Todo lo que aprendí antes, todo lo que probé, desarrollé, practiqué y apliqué en mi pesca, me sirvió para este desafío. El poder ser un pescador multiespecie ayudó un montón. El no cerrarse, tener la cabeza abierta y por sobre todo no creer que me las sé a todas. Un río difícil de describirlo. Único. Mágico. Con peces descomunales que evolucionan bajo un contexto determinado y adquieren comportamientos típicos de peces esquivos y difíciles. El Río Dorado es de clase mundial. Diferente. En un ambiente único. Tres días caminando unos 55kms en total para ver verdaderas bestias regalarme piques espectaculares y subidas de esas que te dejan sin latidos. Con más perdidas que ganadas. Pero con el privilegio de por lo menos haber tocado tres de esos peces misteriosos que suben a una rata en 4/0 como si fuera una Adams Parachute en 16. Hoy, unos meses después y pensando en frío, todo lo que viví en el agua, es decir lo que observé de los comportamientos, es algo que me esperaba en el fondo, pues JAMÁS subestimé la especie, como hicieron, hacen y harán varios. Al contrario, aprendí a contemplarla y a intentar leer sus movimientos y actitudes.



Definitivamente, sin importar el agua en el que habite, el río en el que nade o la latitud en la que crezca, el Dorado, es el pez más maravilloso para pescar con mosca que existe en el planeta tierra. Esta experiencia no hizo más que reafirmar lo que me dijo una vez mi grandísimo amigo Fabián Anastasio, hay dos clases de Dorado: uno, más hijo de puta que el otro. Y no tengo dudas que es así. ¿Cuántas veces podes tocar un pez cazador con un streamer sobre su boca y que la ignore por completo? ¿Cuántas veces nos pasará eso en el Alto Paraná sin que podamos verlo, no por la claridad del agua sino por la profundidad? Realmente te deja pensando.

Una vez dicho todo esto, quiero destacar la importancia de ir y experimentar uno. Pues como conté, tenía relatos muy variados. Por supuesto que todo dependerá de la época del año y lo que la biología demande. El Río Dorado es un ecosistema frágil, en un equilibrio muy vidrioso que depende de montones de factores como las lluvias de verano, las crecidas de la cuenca Bermejo y la presión de pesca, la legal y la ilegal, pues está más que claro que manera de llegarle, los locales, tienen.



Otro de los factores importantísimos a considerar del río es que estamos pescando peces RESIDENTES. Es decir que conocen su ambiente, crecen ahí y saben todo lo que sucede. Son hiper perceptivos de cada movimiento o señal. Caminar con cuidado, practicar el casteo y adaptarse a las condiciones técnicas es vital. Para los pescadores “clásicos” salir de la cajita es imprescindible, pues hay que pescar RÍO ARRIBA incluso con streamers, algo poco común y que practicamos poco.

No subestimen NADA. Esten preparados, lleven los equipos adecuados, una variedad de moscas y el equipamiento necesario. Tampoco dejen de lado la importancia de la ropa técnica y cómoda. No sirve de nada estar vestidos a la moda si no podemos movernos con soltura. Repito, llegar al río sin practicar nuestro cast es un suicidio, hay que ser muy precisos y no tenemos segunda chance.

Algo a destacar es el aspecto físico: no es un río para cualquiera. Hay que prepararse físicamente, caminar mucho unos meses antes y hacerse los chequeos que correspondan. No te rías Juan Carlos, tomas doscientas pastillas, estás leyendo esto mientras cagas en el baño y a un pedo de morirte de un infarto. Tenes las arterias más tapadas que olla a presión. Colesterol, sobrepeso, hipertensión, etc. No te lo tomes a chiste. Hay que ser consientes que estando tan alejados de la civilización, por más posibilidad de salir en un helicóptero sanitario que tengamos, la chance de sobrevida a un evento cardíaco en esa zona, es mínima.



Por último, solo me queda decir GRACIAS, a todos los que fueron parte de esta aventura, a Fabi, Enzo y Colo, pero también al Pelao, Larva y a José, que nos compartieron sus experiencias y enseñanzas. Para cerrar, recuerden que esto es solo mi experiencia, la mía, simplemente la cuento. Otros tendrán otra.

M.M.d.l.C.

10 thoughts on “RÍO DORADO”

  1. Muy buen relato, fuimos al Río Dorado desde Uruguay hace una semana y leer esta nota es como revivir todo lo que nos pasó. Lo escuchamos mil veces: “Te vuela la cabeza”, y hasta no vivirlo uno mismo no entendes lo que significa esa frase y que realmente es así.

    Como les fue con las garrapatas? 3 días despues de llegar en montevideo, me saque las últimas 2 garrapatas… lpm!

  2. Muy bien descripto Matias. Gracias a Dios tiene una muralla de garrapatas y jejenes, y demasiadas horas de caminata, sino vendrian en manadas. Esta loco el pelado parece que le hablan los dorados.

  3. Muy lindo relato Mati. Tuve la fortuna de visitar este paraíso hace 3 años.. no veo la hora de volver. Tengo bien estado físico pero volví con las rodillas rotas por las piedras. No.tengo bien en claro como juegan las estaciones del año y cuanto varíe la pesca.. debe ser infinito el aprendizaje. Felicitaciones por la experiencia y gracias por este relato realista. Abrazo

    1. Leonel. Las estaciones del año modifican bastante la pesca. En verano el río es casi inaccesible por las crecientes y su color es chocolate total. El invierno lo aletarga por supuesto. Hay que dar justo con las “ventanas” climáticas de otoño y primavera. Gracias por pasarte y leerme. Saludos!

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