Hablar de “bancos de arena” en el Río Paraná, suele hacer poner la piel de gallina a más de un pescador. Sobre todo, a quienes hemos tenido la posibilidad de pescarlos y vivir esas situaciones.
Para aquellos que no sepan muy bien de que estamos hablando, primero debiéramos definir que es un banco de arena. Quizás algunos se sorprendan, pero la cuenca del Río de la Plata está repleta de bancos de arena, ya sea en el mismo río De la plata o en sus tributarios principales, el Uruguay y el Paraná. ¿Pero qué son? Básicamente formaciones de arena, que surgen por la propia sedimentación del río. Lejos de ser un experto en limnología y sedimentos, puedo contarles que el agua arrastra los suelos y va formando diferentes accidentes en su curso. Al Paraná, por ejemplo, lo debiéramos dividir en dos para hablar de bancos, ya que una cosa es desde Yacyretá a la confluencia con el Paraguay y desde allí hacia el río De la plata. Es obvio al ver el cruce entre ambos que el Paraguay arrastra mayor cantidad de sedimentos y los que arrastra, son de colores más oscuros y vienen desde tan lejos como el Pilcomayo, Tarija y el Bermejo. Lo que se decanta por el Paraná desde la represa es más claro y da una geografía más “pulcra” si se quiere, puesto que nosotros comúnmente denominamos que son de “arena” pero técnicamente pueden ser de varios tipos de sedimentos. Los del Uruguay los conozco NADA, pero por lo poco que he visto son más parecidos a los del Alto Paraná Correntino, es decir desde Yacyretá a Confluencia.
Bien, no dije nada hasta acá, es verdad, pues esto de escribir al antojo de uno es así. En fin, bancos de arena, esas lenguas de sedimentos que se forman a lo largo del cauce de un río y que están continuamente moviéndose, por acción del agua y de los vientos. Los bancos pueden estar al descubierto o sumergidos, por eso representan muchas veces un peligro para la navegación, porque, además, al ir moviéndose constantemente, no es posible marcarlos como un punto exacto más allá de que algunos tienen mayor permanencia en el tiempo. Tienen que ver con la altura del río también, no es lo mismo el río alto que en bajante, todo eso modifica la posición y fisonomía de los bancos.
En estas formaciones, por supuesto habitan peces de las diferentes especies que tiene nuestro Litoral y por lo tanto son de interés para los pescadores. Según a que latitud esté ubicado el banco, será mejor “su época” para pescarlos, ya que algo vital para que sean de nuestro interés mosquero, es que tengan “carnada”, más allá de que estén medianamente visibles.
A lo largo de estos años en que he dedicado parte de mi tiempo a pescar Dorados, los bancos han captado mi atención, en menor o mayor medida, dependiendo del tiempo del cual disponía para dedicarles.
Voy a ser completamente sincero, los bancos de arena no son pescables todo el tiempo y siendo mucho más honesto, la “ventana” de tiempo que se pueden pescar es extremadamente corta. ¿Por qué? Básicamente se debe a que deben tener “carnada”, como mencioné antes, esto debe atraer a los depredadores y tenemos que estar en el momento justo en que se producen las cacerías o tener la paciencia de un monje shaolin para “cazar” a los Dorados en su propia zona y explotando una de sus cualidades, la sorpresa.
LLANERO SOLITARIO
Me gusta pescar solo, no es una novedad para mis amigos ni para quienes me siguen hace un tiempo. Desde que pescaba con carnada que hago mis salidas en solitario y con diferentes especies y ámbitos. Quienes me conocen por la pesca con mosca, habrán visto mis solitarias experiencias recorriendo la Isla de Tierra del Fuego hace unos años o los interminables viajes de Apertura con los amigos de la APPM en los cuales me suelo reservar 3 o 4 días antes o después de pescar con los muchachos, para andar solo. Solo y solito con mi alma. En completo silencio y dependiendo únicamente de mis mañas y caprichos, que lejos de ser pocos, son una tropilla, pues Acuario y sietemesino.
¿Por qué lo hago? No sé, nunca me lo puse a analizar, pero mientras escribo estas palabras, se me ocurre pensar que lo hago porque, primero, me conecta con cosas muy internas en mi ser; siempre fui bastante solitario y además me aleja del compromiso de la sociabilización, de tener que estar charlando de cosas que no tengo ganas, de hacer cosas en sociedad y grupo porque se supone que son las cosas “normales”, etc. Si ya sé, perro verde. Pero sincero. Además, si al perro no lo miras, no te muerde, podes dejar de leer ahora. Nadie te va a morder. En fin, pesco solo, me gusta, lo disfruto.
En esta cosita de andar en solitario, cada tanto también me voy al Alto Paraná Correntino (APC), me llevo mis petates, mis cositas, preparo la lancha y salgo a navegar, a observar y cada tanto a pescar. Difícil explicarles la sensación de andar en solitario en esas aguas, analizando cada movimiento y aprendiendo de todas las señales que nos brinda el río. A veces me anclo entre la sombra de la costa, o me agarro de una rama, me siento con la computadora a trabajar y miro el agua mientras como un chegusan de jota y q. Si el clima lo permite, hago lo mismo, pero en un banco de arena. No siempre se puede porque o pega muy fuerte el sol o el viento te mueve hasta los pelos del veril del cuerpo.
¿Qué cosas veo? De todo. Como los pequeños y hasta grandes omnívoros se alimentan de flores, frutos e insectos. Como cambia la vegetación de la costa según la época del año para diferenciar que costa es más apta en determinado momento. Como se mueven los peces que son “comidita” de grandes predadores. Como estos últimos explotan el agua en alguna cacería. Observo aves, las fotografío. Observo todo. Escucho. A veces no vemos nada. Pero se pueden oír cosas, a lo lejos o muy cerquita.
SIN ENERGIA
Una mañana, en solitario, me puse a pescar unas piedras en “modo ancla” con el eléctrico, para ver si movía algo, pues había escuchado cacerías la noche anterior. Luego de unos tiros, haciendo derivas perfectas, muevo un Doradillo de unos 2 o 3 kilos que me regala unos saltos fantásticos. Rápida subida al copo y a realizar unos tiros más. En la segunda peinada, otro Dorado que se prende, esta vez un poco más grande, lo que me obliga a “descolgarme” y salir hacia el costado de las piedras para pelearlo y no generar un cansancio excesivo en el pez. Cuando lo tengo cerca, decido no copearlo, era un poco más grande que el anterior, quizás unos 5 kilos, por lo que tomo la línea con la mano para asegurar el leader y con la pinza larga le saco la mosca en el agua para que siga su camino sin salir de su mundo acuático. En ese momento activo mi “modo ancla”, pero noto que le cuesta mantenerme en el lugar. Corto, observo, levanto el motor eléctrico, inspecciono visualmente la hélice y no encuentro nada raro. Activo el motor, mido baterías y descubro el problema: “batas” muertas. ¿Qué hace cualquier mosquero platense que tenga inconvenientes eléctricos, a quien llama o mensajea? A Lucho, por supuesto. Nuestro Jimmy Neutrón. El niño de Cobre. Tesla. Edison. El mismísimo Zeus. El tipo que sabe. Además, si Lucho no te lo puede solucionar, o bien te largas a llorar o esperas a que él llame al que si puede. Es como llamar al 911, pero en el primer mundo.
Mientras nos mensajeábamos y explorábamos opciones, enfilé hacía la guardería para colocar el cable de carga, quizás yo lo había puesto mal la noche anterior y eso había dejado sin carga las baterías. Luego de arrimarme a la costa y sacar el “prolongador”… ALARGUE HERMANO, en mi Pueblo se le dice A LAR GUE… que me vienen con palabras de ciudad. Bueno, perdón. Sigo. Conecto el alargue y comienza la tensa espera de ver si levantaban un poco. Mientras, me armo mi cañita boguera, corto unos salamines para picar y para el pique. Un ratito de pesca, unas boguitas engañadas y a ver que pasaba con la corriente. Testeo y apenas recuperaban algo. Mensaje a Lucho y la espera, la tensa espera, porque sabía que la palabra que no quería leer, él la iba a escribir: baterías muertas.
De pura bronca nomás, junté el cable, guardé todo y cuando “el Rafa” me dice “¿levantamos Mati?”, un fuego me nació por dentro y le dije “ni en pedo Rafa, me voy a la put@”. Y así fue como enfilé rumbo a algún rincón que calme mi veneno.
SAND PSYCHOLOGY
Un rato de psicología náutica después, me encontraba sobre un banco de arena, cámara de fotos en mano, persiguiendo Chorlitos, Yacarés y otros “bichos” para sacarme la bronca. Cuando me aburrí, armé la caña y me puse a caminar pacientemente para observar que pasaba en el barrio. De repente, veo algo que me llama muchísimo la atención. Eran mis patas blancas metidas en el agua transparente del río Paraná, algo muy raro de ver, pues no me meto al agua ni con 600 grados y ahora estaba en 16, fría, helada.
Las condiciones no eran las mejores, algo de viento en ráfagas y de a ratos las nubes hacían sombra, pero si algo tengo es la paciencia del cazador que puede estar horas sin moverse para acechar a la presa. Y eso hice, esa decisión tomé, me propuse elegir uno de los pocos lugares que son aptos para la espera en el agua y me quedé quieto un tiempo. Bueno, quieto no, vamos a ser sinceros, la danza de mis nalgas moviéndose al ritmo de mis piernas, el “baile de la oruga” como han bautizado esos seres sin alma que auspician de mis amigos, nunca se detiene. Pues me muevo, estando quieto. Una paradoja. Un oxímoron. “El quieto movimiento”. La paciencia contenida.
Esa paciencia garpa y cuando mis esperanzas parecían quebrarse, veo dos submarinos amarillos, subir desde la penumbra a la parte más baja, mientras los sábalos tomaban una actitud un tanto nerviosa, pero sin inquietarse demasiado. Eso, activó mi cabeza, y en vez de castear, me quedé más quieto aun, inmóvil, sin mover la parte superior del cuerpo para no hacer sombras y observando. ¿Qué harían? Pues no sabía, pero algo me decía que no estaban “pescables”. Algo que me fue enseñado con anterioridad, observando los peces del Río Dorado, unos meses después, me sería de gran ayuda. Entonces no lancé, los dejé pasar. Que siguieran su camino, alejándose de mi posición, pero no sin dejarme un dato: subían por donde yo lo sospechaba. Luego tres doradillos pequeños correteando mojarras hasta mis pies me lo confirmaron.
Un rato más de observación, de silencio, los sábalos toman una conducta diferente, más nerviosa, con movimientos más vibrantes, comienzan a acercarse hacia mí, mientras una solitaria y sutil cola amarilla, se movía a toda marcha, como si del periscopio de un “U-Boot” se tratara, poniendo su mira en el objetivo y dejando una estela en “V” por detrás. Confieso que ya no siento nervios frente algunas situaciones, mi mente entra en un estado de gracia total y conecto inmediatamente con la situación. Equipo listo, metros de línea calculados, mosca adecuada y realizo los movimientos mínimos para lanzar de manera perfecta. Lo que siguió, si que me puso con la adrenalina al máximo. La mosca cae donde debía caer, exactamente ahí, ni un centímetro mal, en esos justos 22 metros que nos separaban y el Dorado que fija su vista y la caza con muchísima serenidad, no explotó el agua, no hubo ningún movimiento exagerado, simplemente abrió su boca, la tomó con suavidad y giró, adentrándose, una vez más, en la seguridad de la profundidad, hasta que sintió el filo del Tiemco 600 SP clavándose en su boca y la tensión de la línea que lo arrastraba hacia mi mundo.
La pelea iba a ser la esperable para el tamaño de ese pez, pero, con algo de experiencia, lo llevé rápidamente hacia mi juego, corriendo, saliendo del agua y haciendo todo bien, todo perfecto, dejándolo confinado a un sector en el cual sabía que no podía hacer nada para irse; parecía mentira, pues sin nadie que observe y pueda dar testimonio de esto, es como suelen suceder los milagros. La caña bien trabajada, el reel cumpliendo su rol y rápidamente lo tenía varado en la orilla, pero con suficiente agua para que respirara; la tensión, que bajaba desde el butt hasta mis pálidos pies, se apoderaba de la escena. Con algo de pericia, tomé el celular cuando se iniciaba la pelea y pude registrar unos videos que quedarán como prueba de una situación maravillosa.
Las fotos rápidas de rigor, la toma de las medidas y el video de su devolución que jamás podrá igualar a la sensación poderosa de soltar semejante animal de nuevo a su hábitat. El Dorado se iba, se alejaba totalmente saludable, producto de una pelea y manejo posterior a conciencia, como un rayo y casi como enojado, sin entender que había pasado. Un pez trofeo, récord personal en bancos.
Luego, el silencio. Una pequeña brisa que soplaba, la arena seca que se movía y el agua que corría lentamente a unos metros. Sobre el banco, un atento Chorlito me miraba en la segura distancia que toman de lo desconocido. Me senté, miré el cielo, no pensé en nada, solo observé el agua. Después de unos minutos, no sé realmente cuantos, me paré, me reí, mucho, y empecé a caminar hacia la lancha, con la felicidad de un niño, repasando todo en mi cabeza.
Al llegar, preparé mi ensaladita, abrí una latita de cerveza, brindé por la Pacha y le mandé a mis entrañables amigos, Lucho, Pablo y Fabián, lo que acababa de vivir. Todavía temblaba un poco, mientras caía en lo que había pasado, una película soñada se repetía en cámara lenta en mi cabeza. En ese momento, gravé uno de los videos más falopa que hice, algún día lo compartiré, una reflexión personal. Terminé de almorzar, junté mis cosas, ordené la lancha y partí, sin rumbo fijo, con la satisfacción del deber cumplido, pero con sed de más, pues pescar es una especie de adicción inexplicable, y pescar Dorados, particularmente, es de las peores sustancias que mi mente ha consumido.
HUIDA
El día continúo, toqué dos Dorados más, chicos, uno de 4 kgs y el otro de 7 kgs aproximadamente, en situaciones “más fáciles”, que, si bien TODOS son importantes para mí, corresponden a otro tipo de marcas en mi cuaderno de capturas, sin desmerecerlos porque también fueron en bancos.
Ahora sí, con la cabeza más fría, pensando en las malditas baterías que me habían dejado de a pie, partí rumbo a la guardería a subir la lancha y encontrar una solución al problema, la cual vendría de una llamada telefónica con mi querido “Padrino” Altoparanaense, quien cada vez que estoy por la zona me manda mensajes o me llama para ver como me está yendo y principalmente para que le cuente como está ese rincón de su universo que tanto ama, su río Paraná.
Por la tardecita, ya con la mente helada por completo, charlando con Carlos y contándole toda la situación, mientras cargaba unas baterías que me prestó para que al otro día pueda salir a escribir una nueva hoja en esto de molestar peces con mosca, él me miró y me dijo: “Mati, agradecele a las baterías, si no se te morían, quizás no parabas en el banco y seguías pescando piedras. Todo pasa por algo Mati”. Siempre las palabras justas, SIEMPRE.
Pescar bancos es algo único, que requiere de varias cosas, más allá de los equipos y la técnica de casteo, porque la paciencia, el conocimiento, el saber que hay que hacer y donde no se aprende en el pasto, hay que estar en el río.
Hace unos días, varios, me pidieron que escribiera algo sobre los bancos y prometí hacerlo, así que dense por cumplidos con esta experiencia, ¿o creían que les iba a contar como se pescaban, que moscas, porqué, cómo y a tirarles recetas?. Recuerdo, que a esos que me lo pidieron, les dije, que pescar bancos era muy sencillo, pues simplemente hay que estar en el momento indicado, en el lugar indicado, con el equipo indicado, la mosca indicada, el conocimiento indicado y así y todo hace falta que ese majestuoso pez esté en “su día indicado”. Fácil. Es así esta pesca, imposible programarla, aunque con horas de río se te achican las posibilidades y podes saber a que hora abren la puerta, cuando llega el gerente, el tesorero, el encargado de seguridad y cuando se desactiva la cerradura de la bóveda, pues en definitiva, de esto se trata: asaltar bancos y tocar el oro.
Ahhh, perdón, el lingote, ¿de qué estoy hablando cuando digo que era “récord personal en este tipo de estructuras”? Pues simplemente de un pez de 89 cms de largo por 65 cms de circunferencia. Los que estamos en el agua, sabemos de lo que se trata. También sabemos que, en los bancos, no son para nada comunes.
M.M.d.l.C.
Me sentí identificado, soy de los q pescan en solitario y los disfrutan mucho. De acuario y ochomesino, ajaja
Gracias me llevaste un rato a pescar. Abrazos
Gracias a vos Leandro por pasarte!
Muy bueno,realmente como dice un comentario anterior,nos llevas a pescar. Tus kilómetros en estos pagos te permiten disfrutar cosas que los que vamos ocasionalmente no podemos ver,la adrenalina es mucha y el tiempo poco. Me gustó mucho la nota.
Gracias Federico por leerme. La verdad es que cuando uno se hace habitué de un lugar, puede disfrutar en otros tiempos y de otras cosas. Abrazo!
Tremenda experiencia, me imagine toda la secuencia espero algún día experimentar lo que es pescar en los bancos, Excelente historia mati!!!
Mil gracias Esteban por tomarte el tiempo de leerme! Te mando un abrazo!
Tremendo relato Matias!! Muy bueno…
Gracias Alejandro por leerlo! Abrazo!
FLIPANTE… por un momento he estado pescando un banco de arena. Por cierto, la caña es una Visión Nite Catapulta?
Es una ProFish MCX, una marca Argentina que diseña e importa varas desde China con sus especificaciones. Son MUY recomendables. Saludos!
“… y el video de su devolución que jamás podrá igualar a la sensación poderosa de soltar semejante animal de nuevo a su hábitat…” Con mis palabras pero es lo que trato de explicar cuando me preguntan el motivo de pescar y devolver…
Larga Vida al Rey Dorado!!!!
Saludos Matias!
Gracias Oscar por pasarte. Solo los que tenemos la posibilidad de tocar esos peces sabemos lo que se siente al liberarlos. Abrazo!
Gracias Gabi!!!!
Terrible relato, emocionante, también disfruto de pescar en solitario. Bancos y selva Salteña (voy dos veces al año y también estuve en Mayo, con Ben Pierce filmando para Fly Fisherman, mi voz en off tipo tarzan lo arruina jaja) son mis lugares favoritos, junto con los arroyos bonaerenses.
Tuve la suerte de estar con Pablo Saracco en Piracua cuando filmó esos videos infartantes. Que pesca en bancos metimos! Dudo que se repita algo así.
Gracias Rudy por pasarte. La pesca de bancos es muy particular. Imposible predecirla demasiado. Sobre todo en el Alto. Hay que estar. Abrazo grande!