Ale es mi amigo. Fin. Punto. Los que me conocen saben que yo soy amigo de mis amigos. Que estoy en las malas. En las buenas jamás. Porque en esas está cualquiera. Y Ale, a pesar de ser una de las personas más insoportables que la pesca con mosca me ha traído, es mi amigo, lo defiendo a muerte al “Chiquito”, porque ser insoportable es la manera que él tiene de expresarse. “Te satura el Chiquito” es la frase más repetida en un viaje de pesca con él entre los amigos de la APPM.
Pero Ale es así porque tiene un espíritu maravilloso, inquieto y un adolescente perpetuo, pero en el buen sentido de estar activo, no de estar en la pavada. Es un tipo solidario que siempre está ahí pegándote un llamado, preguntando si necesitas algo o para saludarte por tu natalicio. Envidio su energía, porque no es ningún pendejo, sino un tipo experimentado, laburante, con mucho sacrificio detrás y esfuerzo, un ejemplo para muchos de sus amigos que lo queremos como es. Yo lo respeto y quiero mucho. Por eso es parte de mis amistades.
La cuestión es que Ale, el Chiquito de ahora en más, hacía rato que quería ir a “medirse” con Lucho, mi coequiper de la vida mosquera y conmigo, al Alto Paraná Correntino. Llevaba meses, sino años, pidiéndonos, suplicándonos y exigiéndonos, bajo amenazas en realidad, de subirlo a algún viaje para demostrar que él estaba, paradójicamente y siendo tan “Chiquito”, a la altura del Alto. Por una cosa o por otra, nunca podía venir y cada vez, la presión era peor, pues puede llegar a ser inimaginablemente insoportable cuando se le pone algo en la cabeza. Así pues, un día, le mandé un mensaje, que palabras más palabras menos decía algo así como “Sí te da la nafta, tales días me voy a pescar, ¿te subís o vas a seguir con excusas?”. Bueno, no, en realidad estaba repleto de improperios el mensaje, pero sirve de ejemplo esta copia no fiel. La cuestión es que no arrugó y partimos juntos, en un mano a mano que sería intenso, hacia el APC.
El clima no estaba de nuestro lado y no lo estaría en ninguno de los tres días que estuvimos en el agua. Una enorme tormenta se posicionó sobre la zona y entre el viento sureste, las lluvias torrenciales y los relámpagos, tuvimos muy pocas chances de estar pescando, pero lo poco que se pudo, le metimos con todo.
THE DAY
El primer día, salimos a pesar del viento a pechear olas y buscar reparo en algunos lugares para lograr el tan ansiado “dos cifras” que Ale iba a buscar. La verdad estuvo muy bravo, muchísimo viento para castear, a veces literalmente imposible. Buscando, fuimos barriendo costas y tratando de meter los tiros donde debían entrar, sin demasiada suerte, salvo una tomada muy rápida en los primeros casteos pero que él no pudo conectar por estar con la cabeza en otra. Esas chances son las que después se lamentan mucho. Por eso siempre les repito que dejen el celular de lado, apaguen la cabeza y se conecten con la pesca.
Para no batallar todo el día contra el viento y un gato en la punta de la línea, le propuse a Ale ir en busca de algún omnívoro, por lo menos para que sintiera lo que es tener un tren del otro lado de la caña y la adrenalina de sacarlos de los palos sin cortar nada. Al reparo, tuvimos una charla rápida sobre como los íbamos a pescar, porque utilizamos tal o cual sistema y configuración, como debía clavarlos, hacia donde y como castear, etc. Lo básico para comprender las especies y la técnica.
Derivas largas, bolitas que caían prolijas y empezaron a aparecer los primeros piques de Pirá Pitá amarillos, pequeños, pero decididos, que Ale todavía no podía clavar por la rapidez de la situación. De pronto, la línea que se va a fondo y él que clava, comenzando la pelea, mientras yo salía hacía atrás con el eléctrico para evitar ramas, hasta que mi vista divisa un Dorado que sale del fondo con intenciones de masticar a ese pobre Pitá que luchaba por soltarse. Ni lerdo ni perezoso, yo, tomo la caña con un streamer y se lo tiro arriba, el Dorado, que ya tenía el Pitá en su boca, no dudó, lo soltó y tomó la mosca. Clavo firme y comienza la pelea y saltos. Ale seguía con su Pitá maltrecho y yo con mi Dorado, pero si hacía falta algo, para sumar a una situación un tanto extraña, el Dorado, con la mosca clavada, siguió buscando el Pitá para masticarlo, cosa que hizo hasta cortar el tippet y soltarlo, como queriendo que mi amigo no tenga su primer Pitá, haciéndolo pagar un derecho de piso extra.
La velocidad a la que sucedió todo, fue épica, pero también la cara del Chiquito al ver volar mi mosca y los improperios que me dedicaba mientras el peleaba con su pez y el mío quería comérselo. Me decía que yo tenía entrenado a los Dorados para comerse los omnívoros de mis amigos y cosas irreproducibles, la lancha era un griterío infernal, parecía que los Carayá habían tomado la embarcación por asalto.
Una vez que bajó la espuma, en el agua y sin subirlo a la lancha, quité el anzuelo del Dorado, un 4K, ante la mirada inquisidora y perforante del Chiquito que seguía sin entender que pasaba y mucho menos no entendía porque yo no subía ese Dorado “del demonio” para tomarle una foto. Pues la realidad es que a esta altura, son muy pocos los peces que saco del agua, no tengo la vanidad de sacarme una foto con ellos, nunca la tuve, sobre todo porque muchas veces pesco solo y es imposible tomarlas, pero además porque en el estado de gracia que me encuentro con este río, entendí que esto me pasaba por otro lado, no por la foto con el trofeo, de hecho no subo el 70% de las fotos que tengo. En fin, el Dorado se fue, saludable, junto con la ilusión de Ale de tocar su primer omnívoro con mosca.
Cuando se pesca hay que estar atento, repito, redundo, no solo a lo que sucede con la caña de uno, sino a toda la situación y lo que pasa alrededor. Es bastante común que un Dorado salga a cazar algún pez que tengamos enganchado, anécdotas sobran, tengo montones, pero lo que me llamó la atención esta vez, fue la “cebada” que tenía, que lo llevó a seguir mordiéndolo, aun con una mosca de su boca. Que pez impresionante. ¿Cómo no quererlo?
Seguimos buscando omnívoros, aparecieron de vuelta los piques y los Pitá chicos, dándole a Ale su merecido premio al pescar uno chicuelo, pero también teniendo en su línea un Pitá “monstruo”, uno de esos plateados que son verdaderos torpedos. La cosa es que estábamos derivando y yo indicándole donde debía caer su mosca, hasta que la corrida en la línea y la posterior pelea me pusieron en alerta de que era un pez de los buenos. Otra vez alejarse para evitar palos, tratar de mantenerlo cerca y Ale que hacía TODO mal con la caña, pero el pez le iba a perdonar la inexperiencia, dándole una linda pelea y una buena “cagada a palos” que le terminaría por demostrar el porqué algunos preferimos esta pesca a estar colando agua en momentos en los que el río no tiene actividad de Dorados muy marcada. Copeada, fotitos, felicitaciones y al agua. Un Pitá enorme en sus manos; no cualquiera, porque esos peces no se regalan.
A los metros, yo clavo uno similar, y el escándalo se ponía ensordecedor: “ves que vos tenes que sacar siempre uno más grande, no podes dejar a tus amigos en paz” y montones de cosas por el estilo irreproducibles. Te satura el Chiquito. Yo seguí en la mía, el Pitá que también me da una linda pelea y confirma mi percepción de que, si bien los omnívoros tienen épocas del año más propicias, están, solo hay que tener en cuenta algunas cosas para no colar agua de gusto y buscarlos con la técnica y en el lugar indicados.
Por la tardecita, ya con el “innombrable” más aplacado, fuimos por unas piedras, en modo “Doradazo”, intentando mover una bestia que revalidara el autoproclamado título de “Leyenda” que el Chiquito ostenta entre el grupo de amigos; leyenda básicamente por haber realizado la pesca de algunos peces buenos, los cuales crecen de tamaño con el correr de los años y cada vez se cuentan de manera más “épica”, dándole a estas capturas un mote de “mística” que seguramente no tengan, pero hay que mantener el mito vivo, los ídolos de pie y revalidar las historias. Cosas de pescadores y de amigos. La cuestión es que, sobre las piedras, luego de unos intentos con poca fe de mi compañero, tomé prestada su caña, realicé un cast, toda la línea afuera, las correcciones correspondientes, una deriva perfecta y el pique que era cantadísimo de un Dorado mediano, que traje y quité mosca sin subir a la lancha, solo para decirle “¿Viste que están ahí? Pasa que no son para cualquiera que revolea línea en el aire…”. Si no me mató ahí, es porque nuestra amistad, no conoce de emociones violentas. Su cara era lo más parecido a la caricatura de “Furia” de la película Intensamente, echando fuego.
El día terminaba, mi compa medio cabizbajo, pues el APC le había demostrado de una manera muy cruda que para pescar un “dos cifras” hay que hacer muchas cosas bien, no es suerte, son horas de agua, de casteo y los equipos adecuados. Yo no le podía hacer entender que se quedara tranquilo, que había revalidado el titulo de “Leyenda” con un Pitá monstruo, que lo otro vendría en algún momento y corrigiendo lo que había que corregir. Por supuesto a la noche el chat de amigos hervía, y mientras algunos querían despojarlo de sus hazañas por “bocón”, otros lo defendimos a muerte, el Chiquito es el Chiquito y de Leyenda no se baja.
TORMENTA
El clima empeoraba, pero no pretendíamos quedarnos bajo techo. Conscientes de que seguramente tendríamos una ventana de pesca muy corta y quizás nos atraviese una lluvia torrencial, salimos rumbo a los lugares picantes.
En el primer lugar que paramos, Ale tiraba sin mucha fortuna, así que tomé mi caña, lancé, toda la línea de vuelta, la mosca derivó y fue atacada enseguida, pique errado, pero vuelvo a lanzar y el Dorado esta vez que se clava, mientras yo le decía “vuelvo a repetirte, están, hay que hacer las cosas un poquito mejor”. Juro que de verdad, ahí, pensé que me tiraba de la lancha, pero siguió estoico a mi lado, esperando su oportunidad. Un “Chiquito enorme”.
La tormenta avanzaba, mientras nosotros veíamos algunos peces rolar y reírse de nuestras moscas, aunque cada tanto yo tenía alguna tomada y nuevamente pude levantar dos Dorados más, uno con streamer y estripeando a fondo con las dos manos y el otro, ya en modo “regalado” y poniendo un Popper, en superficie con un pique demencial sobre un veril. Ale nada. Seguía sin un pique.
En un momento la tormenta nos atrapó, se largo a llover de manera torrencial y tuvimos que hacer costa y esperar más de tres horas para volver a navegar. Empapados, dentro de nuestros trajes de agua y con los rayos de fondo que nos recordaban que era una pésima idea estar en el río sin cobertura y que mejor esperar a que aclare.
El día se nos iba bajo la lluvia y la desesperanza de mi compañero, nuevamente, que empezaba a comprender que esto del Alto no era una pavadita. ¿El grupo de amigos? En llamas. Estaban preparando la crucifixión de la Leyenda y yo no colaboraba mucho con los datos que aportaba. Encima al atardecer, yo, clavo otro Dorado y ya ni me animaba a hacerle ninguna broma, tenía precio mi cabeza y el estaba dispuesto a pagarlo, a juzgar por la cara que me hizo cuando vio saltar mi Doradito.
THE LAST DANCE
El tercer día, el río había bajado dos grados y continuaba en creciente, lo cual apagó por completo cualquier posibilidad. Buscamos por todos lados, incluso incursionamos en la búsqueda de algunos omnívoros más interesantes, perdiendo yo un Pacú que me ganó en velocidad y antes de que yo gire con el eléctrico, se metió debajo de la lancha y me cortó. El berrinche que me agarré fue de película, porque había cometido un error de principiante y me confié. Se aprende, se mejora.
En un momento pudimos ver rolar, durante 20 minutos, a decenas de Dorados de los buenos sobre una barranca, en actitud no de cacería sino que se me hacía que andaban en otra, quizás preparando el desove, pero no tuvimos ni medio pique. NADA. El Chiquito se quería tirar al agua y abrazar uno, parecía mentira ver tantos y que no cazaran una mosca.
El resto del día, “río muerto” decía Ale. No pudimos mover nada de nada, incluso en la hora mágica sobre las piedras. NADA, apagado de verdad, de esos días para el olvido y que me recuerdan que cuando uno emprende un viaje de pesca a 1.000kms de su casa, no pude ir dos días, porque las inclemencias del tiempo a veces nos pueden jugar una mala pasada y comernos un viaje largo y agotador para estar muy poquito en el río. Tómense el tiempo, no subestimen JAMAS al río y sus peces, dedíquenle mínimo tres días, ideal cuatro. Consejo de un tonto nomás.
La pesca se nos iba yendo, en nuestras retinas se espejaban los recuerdos de un río majestuoso y peces ultra difíciles de pescar. Por eso, a cada amigo que quiere venir, le digo lo mismo: “no subestimes el casteo y la distancia que hay que tirar, mucho menos la capacidad técnica de corregir y entender que hace la mosca en el agua”. Tener equipos balanceados hace la diferencia cuando hay que castear tantas horas y a tanta velocidad, la mayoría cree que esto es un paseo en lancha. Practiquen, mucho, no se dejen estar, de esa manera van a achicar las posibilidades y a tener más chances.
Ahora ustedes se preguntarán: “¿qué pasó con la Leyenda?” Pues, pese al abatimiento, quedó infectado de fiebre dorada y volverá en cuanto pueda, ya con una experiencia muy buena y la revalidación del título de LEYENDA con su Pitá monstruo, que no todos pueden sacar.
En fin, una salida más, entre risas, chistes, anécdotas y charlas sobre la vida, con uno de mis entrañables amigos, el más insoportable de todos los mosqueros platenses… después de mí.
M.M.d.l.C.
Que lindoooooo, q experiencia!! Q bien narrada, gracias x tu tiempo y tus anécdotas. Hacen un poquito feliz un pescador cuando no tiene la caña. Gracias mati.
Gracias a vos por pasarte!
Excelente narrativa y hermosa experiencia, gracias x compartir Mati, felices tus lectores, alegría para el pescador y el tipo q le gusta la naturaleza.
Gracias!
Excelente 👏 👌
Gracias Cristian!
Buena historia!!!!
Gracias Marce!