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ANDINO

Valle Hermoso, detrás del centro de esquí de Las Leñas en Mendoza, es un lugar increíble de nuestro país. Rodeado de cerros y montañas, en el corazón de la Cordillera de los Andes, con una belleza agreste, dura, en la cual los elementos de la naturaleza mandan, ya sea por el viento, las bajas temperaturas o las sorpresas que podemos llevarnos, incluso en verano, con las nevadas.

Desde el monolito que se encuentra en la cima del camino, a 2.000 s.n.m., antes de bajar por “los caracoles”, podemos apreciar en su totalidad, como las aguas de los ríos Cobre y Tordillo, atraviesan el valle y se juntan al final, formando el río Grande de Mendoza. También las lagunas y las diferentes montañas de la zona.

Lo primero que nos llamará la atención, es la falta de vegetación de gran altura, esto nos marca hasta donde las bajas temperaturas, el viento y la nieve acumulada, sumados a la altitud, nos delimitan la “línea de vida” de la montaña, no permitiendo el desarrollo de esta, marcando una vista agreste y algo desolada para los que venimos de la llanura.

Entre los atractivos naturales de la zona, podemos nombrar los baños termales, que se encuentran muy cerca del río Cobre hacia sus nacientes. Agua que brota a gran temperatura desde el interior de la montaña y que tiñe de un color muy especial la costa hasta tocar el río.

Entrar al valle es toda una aventura, si bien el camino hasta Las Leñas es de asfalto, una vez que continuamos, la totalidad de la ruta hasta el valle es de ripio, con grandes rocas arrastradas por el viento y algunos vados de arroyos que cruzan el camino. Por esto, el vehículo a utilizar, debe ser una camioneta, y si es 4×4 mejor, ya que en caso de sorprendernos una llovizna o cambiar las condiciones del camino, nos facilitará la salida. Durante los meses de invierno y gran parte del otoño y primavera, el valle queda incomunicado por la cantidad de nieve acumulada, apenas se logra ingresar con orugas y conductores muy preparados.

He tenido la posibilidad de visitarlo en tres oportunidades y en todas me regaló momentos especiales con la naturaleza, esta última, el avistaje de dos Cóndores que se alimentaban casi sobre el camino, de una oveja muerta.

Al subir desde el valle hacia la salida, vimos a la distancia un Cóndor intentar volar, pero algo se lo impedía. Frenamos la camioneta y rápidamente me bajé sin pensarlo un segundo. Me fui despacio contra la montaña con la cámara de fotos en mano y tratando de ocultarme lo más posible. A medida que me acercaba, lograba entender la escena. Una hembra joven se alimentaba y de tanto comer le costaba remontar vuelo. Detrás de ella, sobre una de las laderas del cerro, otro Condor me vigilaba, pero no permitía una vista clara, mucho menos las fotos.

Comencé a caminar más lento, escondido y a tomarle fotos a la hembra, quien al notar que mi presencia no era una amenaza, bajó y continuó comiendo. Yo, agazapado, me seguía acercando, hasta lograr estar a escasos metros, por lo que pude sacar algunas fotos y luego apagar todo para contemplar semejante belleza. Nunca había estado tan cerca, su tamaño y la fuerza de su pico para desgarrar la carne me sorprendieron. Un ave totalmente majestuosa.

Estaba sumergido en un trance natural, ya había pasado un buen rato y unas gotas sobre mi cara me hicieron percatar de que me había bajado de la camioneta, de camisa, sin abrigo, bajo una leve llovizna, en Crocs y con 0 grados de temperatura ambiente. Cuando miré hacia atrás, la camioneta había quedado lejos, a unos 300 metros, con mis amigos riéndose de mi obsesión por estas cosas y detrás una fila de camionetas que no se habían percatado de lo que la naturaleza nos regalaba, pero que a medida que entendieron lo que hacía ese loco desabrigado ahí, con una cámara en la mano, fueron saliendo para tomar sus teléfonos y filmar, más bien la situación general, porque el Cóndor y yo estábamos fuera de alcance.

Un rato después y como si advirtiera la impaciencia de los conductores que habían quedado atrapados en el camino, abrió sus alas y comenzó a moverlas, intentando levantar vuelo, hasta que, lentamente, el viento la elevó sobre mi cabeza y el otro Cóndor la siguió, regalándome un vuelo rasante a mi lado, que me dejaba atónito y sin posibilidad de tomar la cámara, pues el 200-600mm me quedaba enorme para lo que mis ojos veían y son esos momentos en los que la cámara pasa a otro plano. Bajé la cabeza, miré el barro en mis pies y a mi señal la camioneta comenzó a avanzar y descongestionar el embotellamiento. Yo, pude volver al calorcito del habitáculo con una sonrisa de oreja a oreja, pues se me debe haber notado desde lejos porque abrían las ventanas para gritarme y felicitarme.

El Cóndor Andino es un ave imponente, enorme, bella, la más grande del mundo. En peligro de extinción o situación de vulnerabilidad, dependiendo de que criterio, parámetros o informes se tomen, aunque todos coinciden en que el deterioro de su hábitat, ha acelerado que sus poblaciones disminuyan. Por supuesto el hombre hace lo suyo, matando, con la falsa creencia que estas aves atacan al ganado, cosa que no está probada, solo se alimentan de la carroña de estos.

La sensación de libertad que me da ver aves libres volando, pero en particular la de los Cóndores, es impresionante. Me llenan el pecho, me emocionan.

Fotos con contexto, a veces las imágenes deben acompañarse con algunas palabras. Gracias Pacha por regalarme momentos mágicos.

M.M.d.l.C.

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